INTRODUCCIÓN

¿Cuál es el límite entre una y la otra vía del Éxtasis?

La Puerta de la sublimación.

¿Cómo superar el velo de la Madre Naturaleza? ¿El Amor infinito de la morada? ¿Sus bellezas indescriptibles, los sentimientos más profundos, que han constituido la inspiración de artistas, poetas, filósofos...?.

No es en el devenir consciente a nivel intelectual, que se abren nuevas dimensiones. El espíritu vive de otros valores eternos, más allá de este sistema de vibraciones, en donde ya no existen los sentidos. Otra naturaleza nos espera donde ni la temperatura, ni la luz, ni el tiempo y el espacio no tienen más límites.

Cuando se comienza a vivir de Eterno y de Infinito, es entonces cuando la sonrisa melancólica de nuestra conciencia roza, apenas, las ondas de esta dimensión de albas y ocasos, de angustias sin respuesta, y acaricia el alma cansada de mil vidas y la coge de la mano para conducir al Padre, al despertar de cada pensamiento.

¿Para qué sirve escribir este libro? Os doy a mí mismo, no lo humano. Os doy cuanto, a través de mí, viene fuera por causa de una voluntad de despertar para mí y para todos vosotros que amáis esta sintonía y me comprendéis.

¡Sed capaces por vosotros mismos!

Sed símiles a la apertura de vuestro deseo de amar, que es espera y cumplimiento. Retornad al punto infinito, generador de vuestro aliento, a través de cada alba que el destino conduce.

En este trabajo, aclaro que el Maestro mío es el Divino Espíritu de Juan, emanado del Padre del Sistema Solar, o Poimandres.

Eugenio es el instrumento sensible de Poimandres y ha reflejado una continua enseñanza e inspiración, también en la vida práctica, cotidiana.

Los pasos y algunos aspectos de mi vida cerca de él, son, sin duda, de los peores, pero es la única moldura pura y simple con la que soy capaz de describir su vida. Me perdonará.

La mezcla de presente y pasado no tiene sentido histórico, sino ejemplo de anhelo en un continuo presente, para rendir testimonio al Fuego de la Sublimación que apremia en el ánimo de todo iniciado. No he puesto los numerosos escritos antiguos de Eugenio, bien porque ya lo han hecho otros, o porque no me placen los archivos cuando deseo comunicar el espíritu que anima la escucha del Verbo y la lectura estática para quien, como tantos, viene tocado por los rayos del Sol del Amor.

Paciencia infinita es el amor de la Conciencia.

Estar en Dios quiere decir amar como Él ama, y amar a los otros por ellos mismos.

No es debilidad, no es complicación, más bien desapego de la catarsis momentánea del sufrimiento, que ofrece consolación desde los planos de la Justicia, que es la máxima expresión del Amor, porque es consciencia del Verbo Superior, no "lección" o "castigo".

Si te amo, te estoy cercano, a empujarte hacia el despertar, a cada paso, con paciencia infinita. Si no poseo esto, soy ignorante, presuntuoso y vivo, también, en el odio y no persigo la Luz.

El materialista piensa poder aprovecharse de esto, pero de parte del Sabio todos los modos son buenos para enseñar. Y cuando al agresor se le despierta la consciencia, comprende quien era el verdadero ingenuo del Espíritu. La ingenuidad material es una fuerza que llevo conmigo y me hace vivir en la eterna juventud.

Juan dijo: "Los hijos del Sol no envejecen nunca".

De cuando en cuando he recibido impulsos interiores que me indicaban en donde concentrarme, que recordar del pasado y del futuro. Una guía astral que se ha reflejado en tensiones de ánimo... particularmente a través de desdoblamientos en sueño:

6-'77: ...me llama en astral Eugenio, me dice seriamente que copie sus ánticos escritos. Le digo que ya conocía los discursos sobre el Todo de Poimandres.

Sonriendo me aconseja no hablar de ello, son autorrealizaciones personales.

3-'94: ...recibo un premio olímpico de triple salto, una bandeja conteniendo una pluma y otra cosa. No doy importancia al premio, pero recojo la pluma bajo un cilindro de lava...

9-'94: ...estaba con un grupo de personas y percibo en un ángulo un casco grande de barca y un hombre que lanza las redes.

Esta figura se ilumina de color oro y se vuelve una luz cegadora; me siento atraído y voy, dejándolo todo. Era Eugenio. Apenas llegado, todo se apaga y se vuelve natural. Eugenio me acoge y me habla...

8-'95: ...me presento, llamado, ante Eugenio (como en un desdoblamiento del '73, en el cual me había llamado, dado instrucciones junto al Consolador y luego, ordenado de ponerme en la posición faraónica, me saludó y me desperté sobre la cama)...

Ahora me dice que tome una agenda anaranjada y me hace preguntas de conciencia psicológica, planetaria, universal.

Mientras contestaba correctamente y sereno me despierto...

...inmediatamente después retomo el sueño y descubro un grupo de ladrones que tenían un contenedor con muchas joyas. Reconozco inmediatamente el corindón con el águila de Eugenio, lo tomo junto a un diamante.

Corro rápidamente junto a Eugenio y recuerdo que era la tercera vez que le llevaba el anillo perdido. Estaba feliz.

9-'96: ...estábamos en la penumbra y Jesús me hablaba.

Recuerdo esta frase: "El lugar de la purificación esta en un cierto paraje del desierto, en donde la arena es rubia oro".

Poco después me aparece el rostro de Eugenio, iluminado, sonriente y un poco inclinado, y me dice: "Escribamos nuestro Evangelio". Le contesto, mostrando la mano a todos: "Tú eres quien lo escribe, yo sólo pongo la mano y la pluma". Él continúa sonriendo.

Es, el mes de agosto, en Sicilia, que me trae a la memoria hechos, realizaciones, dinamismos del espíritu, de mi instructor, mi Padre Espiritual.

Es como la brisa que te alivia dulcemente a la sombra de un olivo, y te sacude el alma llevándola a los antiguos momentos de las serenas enseñanzas, cuando volvías a encontrar la armonía de los gestos y la profundidad de las palabras que esclarecían la bóveda del Universo visible e invisible y daban tiempo de concebir, en el curso de aquella vida y de las futuras.

Una brisa que lleva de otro modo los mismos olores que vienen del aroma de los higos y de las cigarras. Y te parece raro que de aquella zona abrasada se regenere un vientecillo tan fresco, con el perfume intenso de la Sicilia eterna.

Y mientras alientas la resistencia al calor abrasador, te sientas sobre un muro de piedra lávica milenaria, manchada de líquenes color naranja y, con un profundo suspiro, tu mirada va más allá de los peñascos cubiertos de tallos secos, a perderse de encanto en el celeste Jónico.

¡El Jónico! Encrespado de puntitos blancos, te inunda de emociones que ninguna salobridad ha podido cancelar nunca.

Entonces mis pensamientos tiemblan de angustia, saliendo del tiempo, y se dejan mecer por los sutiles rayos que se filtran entre las ramas, y me abandono a Él, al Gran Padre que siempre me ha empujado, llamado a despertarme, a conocer, a servirlo. Y me encuentro a mí mismo y jamás quisiera alejarme de este Sueño de la Realidad.

Me has concedido, una vez más, estar cerca de ti, Águila de Juan, aún si no lo merezco y soy indigno, y me concedes escribir sobre ti, sobre tu Obra Eterna, de los sollozos que tu Espíritu Solitario de Caminante Cósmico ha dejado a lo largo de los senderos de esta humanidad terrestre, llevando en la vibración de tu vivir y de tus palabras, la Copa de la Sabiduría de Hermes, dulce como las alas de una Paloma de Luz, justa como la mirada del Águila Creadora y firme como sus garras invisibles, tierna de Amor sublime como la brisa templada que regenera los desiertos del Norte.

Así, postrado ante la esfera infinita de la Luz Blanca y Negra, con severidad trazaré estas páginas, en las que he debido, varias veces, forzarme a dividir alguna cosa que no puede ser dividida, pensando que habría hecho mejor recapitulando todo hacia el Uno de las infinitas manifestaciones. Dejo que este trabajo con lógica intuible, sea hecho personalmente por el lector.

Es noche avanzada, en Valverde, estoy cenando con Eugenio. Se han ido los amigos que, cada día, vienen a charlar para saber o por curiosidad.

Cuando se hace de nuevo el silencio, en estos aposentos de laboriosidad, de archivo, vuelve la paz de animosidades indiscretas, y sólo quedan los pensamientos y las presencias elevadas.

Mientras está preparando un pescado en su plato, Eugenio se para observándolo, serio, con la mirada, sin embargo, dirigida más allá del pez, más allá del ambiente circundante.

Intento percibir sus pensamientos, mientras se gira y dice, aludiendo al pez: "Me ha hablado y me ha dicho: ¡cómeme, cómeme, si no como puedo alimentar mi eternidad!".

No tengo otra reacción que quedar inmóvil ante la síntesis de una tal concepción cósmica y, mientras continuamos cenando, en sereno silencio, vuelvo a pensar en el primer encuentro, cuando lo había conocido.

Era en octubre de 1969, trabajaba de fotógrafo y un periodista me llamó para ir a realizar una entrevista a un hombre que "hablaba con los marcianos", en S. María La Stella.

Todos los detalles de la llegada, del coloquio irónico del periodista, revistas, mensajes, correspondencia, no me conmovieron tanto como algo que queda grabado en mi memoria, como fue la simplicidad del cuartito, el perfume de laboriosidad, la elegancia interior que transparentaba más allá de las expresiones de reacción hacia el escepticismo, la faz del Consolador es la llamada que Eugenio me transmitió sin hablarme y sin mirarme. Un año después, agosto de 1970, yo volví para no olvidar más, muriendo poco a poco de mi pasado, apagando todo detalle e incertidumbre.

La primera frase que me dijo mirándome al pecho y al aura superior fue: "la verdad está dentro de ti". Y el primer encuentro astral semidormido que hice sobre la relación con nuestros hermanos provenientes de otros planetas; vi dos plataformas elipsoidales aproximarse a la terraza de Aci Castello, en donde vivía y salir dos de ellos. Me aproximé, rogándoles ayudarme: "Quisiera tanto trabajar para vosotros, a vuestro lado", les dije desconsolado, y me contestaron seria y dulcemente: "Si, pero cuando tu estés realizado" y partieron velozmente.

Eran mediodías soleados, estivales, las primeras veces que salí de Aci Castello a S. María La Stella, andaba rápido y el corazón batía. A menudo encontraba a otras personas, sentadas en círculo bajo la gran morera blanca, cerca del pozo. Entonces escuchaba y a veces pedía tomar algún higo del pequeño árbol del jardín.

Pocas eran las veces que me encontraba solo, y era tal el éxtasis de mi espíritu compenetrado en la profundidad de las verdades universales que él hacía emerger en la memoria de mi alma, que quedaba como un niño sin palabras.

Mi cuerpo yacía y me era difícil volver a mi dimensión humana, a las mansiones terrenas.

Tenía siempre la ilusión de ayudarlo, en tantos trabajos domésticos, o de archivo, o de correspondencia.

Cuando se estaba en grupo, desenrollaba los dibujos tántricos de las revelaciones del Triángulo de Esmeralda y del Triángulo de Oro, pero normalmente contestaba a las numerosas preguntas.

Los momentos particulares eran cuando lo encontraba escribiendo y, de repente, con armonía transcendente me lo leía, manifestando asombro humano de lo que había escrito y, al mismo tiempo, rociando los conceptos de ulterior consciencia. Y aquellos rayos solares que, poco a poco, me indicaban como esculpir mi copa, se volvieron deslumbrantes arroyos del Manantial Infinito cuando me puso en las manos y en el corazón sus ánticos escritos.

Fue entonces cuando se selló, para siempre, el encuentro de mi antigua memoria iniciática, que con mucha dificultad luchó para liberarse en esta vida, quitando los velos con desesperadas lágrimas y angustias.

Como si, por aquello que habría debido hacer, (y no he hecho casi nada de cuanto sé que habría podido o debido); me hubiese cargado el destino de pruebas y cruces inimaginables.

Ahora, después de otros 26 años de mi vida, pasados al servicio fraterno de quien nos guía desde los espacios externos, siento siempre más impetuosa la voluntad de dejar mi testimonio, la ternura de mi sonrisa más íntima.

Dejaré toda explicación racional al investigador silencioso. No quiero y no puedo hacer las infinitas conexiones. A ninguno de nosotros le es ofrecida la conquista de la consciencia sobre los hombros de otras piernas. Más bien, nos es ofrecida esta vasija hermética, este cráter de oro fundido: a cada uno de nosotros corresponde la voluntad de entrar.

Nacido en Catania el 25 de marzo de 1919, apenas casado vivió en Via Concezione nº 7 (Calle Concepción nº 7), al lado de la Piazza dei Martiri (Plaza de los Mártires), en donde Eugenio tuvo la compenetración. Completó su primer despertar y dio el impulso de la obra en S. Maria La Stella (Sta. María La Estrella), detrás del altarcito de Via S. Giovanni (Calle San Juan), en donde se encuentra la estatua de la Madonna della Stella, hasta 1970.

La mayor parte de la obra divulgativa con encuentros, correspondencia y viajes, fue desde su vivienda de Valverde, en Via S. Giovanni XXIII, nº 3 (Calle San Juan XXIII nº 3), hasta 1976. El desarrollo de la obra abarcaba todo el planeta y diversos colaboradores lo ampliaron con conferencias, opúsculos, transmisiones televisivas. Desde que vive en Nicolosi dejó, cada vez más, su laboriosidad en manos de sucesivos colaboradores para dedicarse a la obra sobre planos astrales.

Iniciaba la segunda mitad del siglo XX cuando tuvo lugar, el 25/3/'52, en el espíritu de Eugenio el cambio de la personalidad. Un relámpago, con cielo sereno, como el deslumbrante rayo que impactó sobre Pablo de Tarso. Pero Eugenio con frecuencia contaba, en confidencias íntimas, haber sido seguido, desde niño, por peculiares ayudas invisibles. Y luego en aquellos dos últimos años, antes de sus 33, ya se agitaban en su espíritu una serie de preguntas y de búsquedas interiores.

Solía explicar que en él, la personalidad X había muerto y había sido sustituida por la personalidad Y, por medio del rayo de luz controlado.

Si bien la compenetración de Y iniciaba repentinamente, la propia realización, el instrumento, es decir, la componente física y mental, tuvo la necesidad de 11 años de preparación. De cualquier modo, desde los primeros instantes la Consciencia-Nueva se liberó, cada vez más, en la dimensión de la memoria universal bajo la directiva del Espíritu Consolador, revelando los más altos secretos de la Consciencia Cósmica con escritos y dibujos, convirtiéndolo en el nuevo personaje, que obró como Anunciador.

El 25 de marzo es, para los Cristianos, el día de la Anunciación y también es el segundo nombre de Eugenio: Nunzio.

Viajó continuamente en astral, estando en El Dorado, sobre el Sol Manifestado Crístico y sobre el Sol Secreto, en donde reside el Padre-Poimandres, concediéndonos una levísima parte de Conocimiento que narro, un poco, entre las páginas de este libro.

Páginas que son como una fábula, en donde es inestimable el valor de la vida. Parece un sueño en donde el amor fraterno, hacia toda partícula de lo creado, no tiene límites ni condiciones. Para quien no acepta entrar en el castillo encantado de la propia esencia inmortal, es mejor que quede despreocupado.

Pero para aquel que tiene el coraje de amar al prójimo así como el Maestro Jesús nos ha amado y tener el valor de conocerse a sí mismo, es bueno que dé a Dios lo que es de Dios.