LA ALQUIMIA DEL ESPÍRITU

09.04.2021

De Francesca Panfili


El camino que llevamos tiene su máxima iniciación en la sagrada obediencia a las leyes del Cielo y de la Tierra que se fundamentan en lo que nos indica el Cáliz Viviente de la Comunión Crística a nivel operativo, en la misión que tenemos el honor de servir.

A menudo en el hombre surge un movimiento de arrogancia que lo lleva a desafiar a Dios y sus leyes. Esto también nos sucede cuando experimentamos la caída en el "hybris"-( desmesura del orgullo), como decían los antiguos griegos, desobedeciendo como lo hizo Prometeo, cayendo así en el error de desafiar el proyecto que Dios ha previsto para nosotros .
De este modo, nos olvidamos de obedecer la voluntad sagrada de quien sondea los corazones y tiene conciencia plena del diseño que el Absoluto ha pintado para nuestra existencia.
Entonces caemos y nos equivocamos, alimentando nuestro pequeño ego con deseos egoicos y ambiciones humanas que, sin embargo, no son parte del gran proyecto eterno, del Eterno Amado Padre Sol.
Y así nos deslizamos en nuestras debilidades o alimentamos necesidades interiores que muchas veces se disfrazan con la ropa del amor, el deseo o la inocencia, de un sentimiento emocional que no responde, sin embargo, a la lógica, al discernimiento y a la fe que nuestro guía Adoniesis nos ha indicado. Y así, cuando existen estas tentaciones, estas pruebas que podemos definir como desviaciones del plan de Dios, es así que el Padre que nos ama nos llama a uno de sus más fieles servidores y mensajeros. Su hijo de confianza que, incluso en medio de la noche, está dispuesto a venir y salvarnos de la oscuridad que hemos cultivado y podría tragarnos.

Y así, sólo quien lee los corazones y tiene certeza de lo que el Padre desea de nosotros, logra intervenir para que una vez más podamos estar disponibles a la voluntad del plan de Dios sin interferir en las directrices que él nos ha indicado. Así nos saca del abismo de nuestra mente, atravesada por las tramas de los infiernos más profundos.

                                                                                                                                                                                                    Y él, la señal que Cristo nos ha dado como el más bello de los regalos, nos salva, se sumerge por nosotros en esos abismos del corazón, viene a buscarnos a las tinieblas del alma y, con inmenso esfuerzo tomando todas nuestras cruces, alquimizándolas y respondiéndonos con la sonrisa de quien ha realizado la inmensidad de la naturaleza divina en el humano, nos hace resurgir y nos devuelve al mundo.Nos da nueva vida y nos resucita de una muerte segura haciéndonos comprender la prueba a la que hemos sido sometidos y soplando en nuestros ojos ese Espíritu de Verdad que nos hace resucitar.Todo esto porque hemos perseverado en seguir nuestras necesidades y hemos nutrido pensamientos y acciones que los iniciados en el camino de Cristo deben poder descartar, renunciando al mundo y al ego con la armadura de la obediencia que nos protege de las caídas. Una protección asegurada de quien sabe leer los corazones y lo insondable, conociendo así las intenciones y tramas de nuestra propia vida. Solo anulando nuestras pequeñas ambiciones, solo desarrollando el servicio y la obediencia a las directivas celestiales, podemos convertirnos en servidores del Genio Solar Crístico.Y así aunque caigamos, porque como ciegos nos olvidamos de la luz de la Vida que nos salvó de las tinieblas del mundo y de la ignorancia, podemos, con la ayuda de Dios que nos habla a través de un hombre, nuestro hermano en el espíritu, transformar y alquimizar el sufrimiento, el drama, el dolor, la muerte y la destrucción.Solo a través de ese amor que guía a quien grita en el desierto de nuestra alma en busca de la obediencia al designio divino, solo a través de él, el arrepentimiento y la santa obediencia, podremos purificar la falsa fortaleza de la ilusión que quiere conducirnos a las tinieblas de la autodestrucción. 

Esta es la alquimia del espíritu: transformar la muerte en vida, resucitar de las tinieblas junto al amado maestro, reconstruir la Verdad con mayor conciencia, exaltar la disponibilidad, la humildad y el arrepentimiento para estar preparados nuevamente para una nueva llamada al servicio de la gran Verdad que es lo que mueve cada paso de nuestra vida.Doy gracias al Padre por dejarnos experimentar todo esto y habernos permitido de encontrar su instrumento, un hombre entre nosotros que, sin embargo, ha logrado totalmente la realización en la obra al Altísimo que ahora lo guía y maniobra su vida para servir también a la nuestra , protegernos, cuidarnos, resucitarnos de nuestra oscuridad personal.Con él podemos ganar el mundo.Con él todo es posible.

A su lado, nos venceremos a nosotros mismos, unidos y realizaremos la Verdad Eterna y la Vida.Nunca te estaremos lo suficientemente agradecidos, Giorgio.                                                                                              Junto a ti tenemos la certeza de que, a pesar de nuestra pequeñez, el Padre nos ha reservado una parte de su amorosa sonrisa que se expresa en tu vida, en la Obra, que nos das la oportunidad de seguir y servir en el duro camino de la iniciación que nos permite convertirnos en hombres y mujeres del infinito, espíritus eternos que anhelan a Dios.

Por siempre gracias.                                                                                                                                                                      Por siempre tuya. Con humildad y la conciencia de no haber realizado lo que he escrito pero que he sentido de testimoniar por todos los hermanos, esperando algún día poder ser plenamente consciente de nuestra verdadera naturaleza y de todos los dones que el Padre nos da al tener su lágrima más preciosa entre nosotros.


Francesca Panfili
24 de marzo 2021

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