"YO TE BAUTIZO..." PARA QUE TU DECIDAS

06.05.2023

Por Erika Pais

El tiempo pasa, sereno, agitado, lento, veloz, seguro e irremediablemente. Pasa y pinta los cabellos de plata, adorna los rostros con trazos de piel añeja, inyecta experiencias en las almas y pesa constantemente los espíritus. El tiempo, con sus muchas caras y formas, lineal, abstracto, eterno y relativo es, para nosotros, señal de un inicio o un final. Él, es al mismo tiempo la medida con la que juzgamos nuestros logros y el verdugo que diseña el fin de las oportunidades. Nacemos en la materia y desencarnamos en esta bajo su reinado.

Un recién nacido llora, una bocanada de aire llena por primera vez sus pulmones, Dios se hace cuerpo en un ser puro, divino, listo a experimentar, a misionar, a ser alumno o maestro, soldado o General, a ser un individuo, a simplemente Ser…y en ese mismo instante las agujas del reloj que le tocó en suerte comienzan su danza circular y perenne.

Para el misionero, apenas inhalar su primer respiro y exhalar el llanto de renuncia a todos los recuerdos sobre quien era y donde en la vida antes de vivir, su existencia se convierte en una lucha constante contra el mundo. Un continuo buscar, encontrar y reconocer los Altos Valores Divinos que lo definen como tal y en los que se basa el equilibrio de lo Eterno e Intangible y el Orden Supremo del Monarca Universal. Desde ese momento, el devenir del misionero se transforma en una desesperada carrera para desenterrar esos valores del lodo putrefacto de este mundo y abrazarlos, nutrirlos, defenderlos, hacerse uno con estos, realizarlos y morir por ellos encontrando al Cristo en su transitar.

Pero la ilusión de la materia, los sistemas, los miedos, someten al Ser en crecimiento desde la cuna hasta el lecho de muerte. Equivocándose, éste, una y otra vez sucumbiendo a las sensaciones, a los sentimientos humanos, confundiendo amor con recibir, la mentira con un medio y sin saber discernir el sacrificio del sufrimiento.

Los que aprenden a sobrevivir se aferran con desespero a una certeza anunciada desde el Cielo: son los niños la esperanza y son los jóvenes que, educados desde el comienzo de sus tiempos y manteniéndolos con todo nuestro esfuerzo, amor y devoción, a salvo de las amenazas de este mundo, quienes sembraran estos valores en la Tierra. Por Gracia Divina las nuevas generaciones han sido dotados de ellos estampándolos genéticamente a fuego en sus pechos humanos desde antes de ser concebidos.

Sucede a veces que cuando la vejez alcanza a los soldados, junto con esta, pareciera que llegara el cansancio y la desesperanza. Poco a poco lo superfluo, lo superficial, lo intrascendente va contaminando lentamente y en silencio apagando la voluntad.

Pareciera que el mundo los embargara y fuera el tiempo el que el tomara el control y las decisiones en sus vidas. Pero el tiempo corre para todos por igual y los niños empiezan a ser jóvenes y los jóvenes a ser soldados y los soldados comienzan a envejecer.

Y mientras tanto este tiempo, nuestro tiempo, pronto se acaba. Su final está llegando en todas las formas en que la mente humana es capaz de concebirlo. "La última batalla"… así nos gusta llamarla… y llegamos a ella esperándola desde siempre pero sin habernos dado cuenta, cada uno con su arma, algunos aun creciendo, otros resistiendo, muchos necesitando recuperar el poder de tomar decisiones permitiendo que sea el Padre y no el tiempo quien lo haga. Esas decisiones que repercutirán en sus vidas para siempre y en las de aquellos que los rodean.

Pero para que eso pueda suceder, debemos tomar las riendas de nuestras vidas con ambas manos, debemos someter al tiempo, debemos renacer a la Luz con el Bautizo Divino que hace nuevas todas las vidas.

Y el Verbo, la Señal, el Maestro nos bautizó en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…para darnos una nueva oportunidad de decidir.


Erika Pais

27 de abril 2023