¿Qué está pasando en el Sahel central? Claves para entender la crisis en la región

07.02.2022

En la última década, 2,5 millones de personas han tenido que huir de sus hogares por los conflictos y la violencia en el Sahel Central. Desde 2013, el desplazamiento interno se ha multiplicado por diez hasta alcanzar los 2,1 millones a finales de 2021.

El número de personas refugiadas en los países de la zona asciende ahora a 410.000. La mayoría de los refugiados en la región han huido de la violencia en Malí, donde el conflicto comenzó en enero de 2012.

La situación humanitaria en la zona se deteriora rápidamente. La combinación de conflicto, pandemia y crisis climática está aumentando los niveles de pobreza. Los tres países del Sahel Central -Burkina Faso, Malí y Níger- han sido los más afectados por la violencia y los desplazamientos.

Se trata de una compleja crisis humanitaria y de protección en una región que lleva mucho tiempo sufriendo la violencia, la inseguridad alimentaria, las devastadoras consecuencias del cambio climático y ahora la COVID-19. Por eso la región del Sahel es también uno de los entornos operativos más difíciles de ACNUR en todo el mundo.

Según Martin Griffiths, coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU, casi 15 millones de personas en Malí, Níger y Burkina Faso necesitarán asistencia humanitaria este año. Eso es cuatro millones de personas más que un año antes.

Las mujeres y los niños se llevan la peor parte de la crisis humanitaria en el Sahel. En toda la región, la violencia sexual, los abusos y la explotación, los matrimonios forzados y precoces y la trata de personas se han generalizado.

La del Sahel es hoy la crisis de desplazamiento de más rápido crecimiento en el mundo. La violencia generalizada en la región ha provocado un aumento vertiginoso del desplazamiento forzado que no parece que vaya a disminuir. Los ataques contra la población civil y las fuerzas de seguridad no cesan. En 2022, se espera que más familias huyan de sus hogares.

Entre 2015 y 2021, los ataques violentos en el Sahel central se multiplicaron por ocho, según la ONU. En el mismo período, el número de muertes se multiplicó por más de diez.

Según las últimas estimaciones, el número de personas que se enfrentan a inseguridad alimentaria aguda se ha triplicado en Malí y se ha duplicado en Níger en comparación con noviembre de 2020.

Se espera que más de ocho millones padezcan hambre en la región en los próximos meses, según la ONU.

"Estoy tan traumatizada que ni siquiera puedo recordar lo que pasó. Ni siquiera sé lo que estoy diciendo".

                                                                                            Hawa. 

Cerca del 80 % de la población de Burkina Faso depende de la agricultura de subsistencia; el algodón es el principal cultivo comercial. El deterioro de la seguridad, unido a la dificultad de llegar a ciertas regiones, ha complicado el acceso a los mercados y a los campos, y ha afectado gravemente a los medios de vida y a las actividades agrícolas.

Níger, Malí y Burkina Faso están luchando para hacer frente a los numerosos grupos militantes que se desplazan entre los tres países. Esta amenaza obliga a la población a abandonar sus hogares y, además, priva a las comunidades más vulnerables de los servicios básicos fundamentales, ya que los grupos armados atacan directamente a las escuelas, los centros de salud y otras infraestructuras.

Según la ONU, más de 5.000 escuelas están cerradas o no operativas. Muchos centros de salud no están funcionando. El desplazamiento y el aumento de la inseguridad han interrumpido el acceso a los servicios de agua, saneamiento e higiene.

Salamata (abajo en la foto) es una de las afectadas por el cierre de escuelas. Tiene 17 años y hace más de tres que no asiste a la escuela. En la foto, sostiene a su bebé. Cuando este ríe, a ella se le iluminan los ojos. Pero cuando se le pregunta por la escuela, le invade la tristeza.

Además, la crisis sanitaria mundial y las medidas adoptadas para limitar la propagación del virus COVID-19 han tenido un fuerte impacto en el contexto operativo, retrasando la asistencia y limitando las oportunidades de subsistencia.

En Burkina Faso, por ejemplo, algunos de los peores actos de violencia y desplazamientos se han producido en las zonas más afectadas por la sequía. En Níger, las inundaciones del año pasado afectaron gravemente a los desplazados y a sus comunidades de acogida. La crisis climática multiplica las amenazas de conflictos y genera inestabilidad.

Según el Banco Mundial, la cría de ganado en el Sahel constituye un medio de subsistencia para más de 20 millones de personas que migran cada año en busca de agua y pastos para sus animales. La sequía de 2010 fue particularmente difícil. Se estima que en Níger mató más de 4,8 millones de cabezas de ganado, aproximadamente el 25 % del total, lo que representó una pérdida de más de 700 millones dólares para la economía del país.

Sambo Maiga, un burkinés de 49 años, recuerda con nostalgia la tierra que solía cultivar en la aldea de Taouremba. En su granja tenía ovejas y cabras y varios cultivos, gracias a los cuales podían alimentarse él y su familia. Pero pronto todo cambió. Los árboles murieron, el prado donde sus animales pastaban se secó y las cosechas de sus campos se volvieron cada vez más escasas.