El otro gran peligro desconocido de las tormentas solares

15.07.2022
Eyección solar masiva (NASA)
Eyección solar masiva (NASA)

Nueva evidencia demuestra que el drástico aumento de la actividad solar está precipitando la caída de satélites, destruyéndolos u obligándolos a realizar correcciones de órbita inesperadas

Ya sabíamos que la civilización tal y como la conocemos puede acabar gracias a la radiación de una tormenta solar extrema pero ahora hemos observado un nuevo efecto secundario que, aunque no es tan radical, sigue siendo grave: la actividad solar está derribando satélites de su órbita, haciéndolos caer hacia la Tierra a casi diez veces más velocidad que lo que caen habitualmente. 

Como apunta Space.com, ingenieros de la ESA han dado la voz de alarma sobre el fenómeno, que parece causado por el dramático incremento de la actividad solar. Según Anja Stromme - directora de la misión de satélites Swarm que monitoriza el campo geomagnético terrestre - "en los últimos cinco o seis años, nuestros satélites caían a unos dos kilómetros y medio al año. Pero, desde diciembre del año pasado, han caído virtualmente en picado. La tasa de caída entre diciembre y abril ha sido de veinte kilómetros al año".

Caída sin control

La ESA se vio obligada a utilizar los propulsores de los satélites Swarm y quemar combustible para corregir su órbita y salvarlos de la destrucción. Desgraciadamente, SpaceX no tuvo tanta suerte en febrero de este año: la compañía de Elon Musk observó impotente como cuarenta nuevos satélites Starlink se precipitaron hacia la Tierra hasta desintegrarse. Todo porque una tormenta solar llegó justo después de su despliegue inicial desde un cohete Falcon 9 a 350 kilómetros de altura.

Tormenta solar de clase M3 detectada el pasado 13 de junio (NASA) 

Es normal que satélites, naves o estaciones espaciales como la ISS caigan progresivamente hacia nuestro planeta gracias a su atracción gravitatoria y el efecto de la capa residual de la atmósfera. Aunque parece que estas máquinas en órbita terrestre baja (LEO en sus siglas en inglés) se encuentran en el vacío, las moléculas atmosféricas residuales presentes a esta altitud causan una fricción contra la superficie de estos objetos y ralentizan su velocidad, haciéndolos caer más rápidamente hacia la superficie. Cada cierto tiempo, los operadores usan los motores de satélites o la ISS para corregir su trayectoria y evitar el desastre.

Pero el efecto nunca ha sido tan dramático como el que los científicos están observando en estos momentos. La razón, asegura Stromme, está en el incremento de la violencia y frecuencia de la tormentas solares por el nuevo ciclo de alta actividad de nuestra estrella madre que acaba de comenzar. Estas tormentas interactúan con la atmósfera terrestre, aumentando la densidad de las partículas residuales con mayor continuidad. Según ella, "hay mucha física compleja en las capas superiores de la atmósfera, donde interactúa con el viento solar, que todavía no entendemos completamente". La interacción resulta en el desplazamiento de aire más denso hacia las altitudes en las que se encuentran estas naves, afirma, motivando que los objetos se encuentren con una mayor resistencia. Si no se actúa con celeridad, dice, la disminución de velocidad los derriba sin remedio, como pasó con los Starlink de SpaceX. 

SpaceX perdió 40 satélites Starlink derribados por el efecto de una tormenta solar (SpaceX)
SpaceX perdió 40 satélites Starlink derribados por el efecto de una tormenta solar (SpaceX)

Pero, aunque los ingenieros actúen a tiempo y modifiquen su trayectoria antes de la inevitable caída, el gran problema es que el Sol no va a dar tregua y nos vamos a encontrar con que muchos satélites van a ver recortada su vida útil proyectada. Es un efecto que afectará sobre todo a satélites en LEO. A mayor altitud, menor es el problema de la fricción de la atmósfera residual.

La posibilidad del apocalipsis solar

Pero lo peor no es la cáida de satélite, sino la intensa radiación electromagnética que, según un estudio publicado el año pasado por Sangeetha Abdu Jyothi - profesora adjunta del departamento de ciencias de la computación de la prestigiosa Universidad de California, Irvine - puede convertirse en el verdugo de toda nuestra infraestructura eléctrica y electrónica, básicamente enviándonos de nuevo a la edad media.

Además, como sabemos ahora gracias a nueva evidencia de hace 9.200 años, la actividad solar de intensidad extrema es mucho más devastadora y frecuente de lo que jamás hubiéramos podido imaginar. Fue entonces cuando ocurrió una tormenta solar sin precedentes que, como afirman sus descubridores, habría destruido la infraestructura eléctrica del planeta y toda la civilización tal y como la conocemos. No fue la primera ni la última. Desde entonces hemos sufrido otras, como el Carrington Event - llamada así por el científico Richard Carrington que, junto a Richard Hodgson, detectó el primer flash de luz en la fotosfera solar - que afectó gravemente la infraestructura global de telegrafía en septiembre de 1859.

El fin de la civilización será así de bonito (EFE)
El fin de la civilización será así de bonito (EFE)

Afortunadamente, no ha habido ninguna tormenta más de ese calibre ni más grande. Desafortunadamente, seguimos sin estar preparados para afrontar otro Carrington Event. Aunque los expertos no se ponen de acuerdo en la extensión exacta de los daños en la infraestructura electrónica, sabemos que habrá daños seguros en redes de distribución eléctrica a escala local, nacional y global que podrían tardar décadas en ser arregladas.

Excepto algunos equipos militares blindados para resistir los pulsos electromagnéticos que provocaría una guerra termonuclear global, el resto de dispositivos electrónicos estarán expuestos a la radiación. Cualquier cosa que esté encendida sufrirá el impacto del fenómeno que se desencadenará en el momento en que las partículas solares lleguen a la Tierra, desde centros de datos a tu teléfono móvil, pasando por aviones, trenes y, por supuesto, los satélites, independientemente de la altitud en la que se encuentren.