Ednei

Ednei , es persona de pocas palabras, pero muestra una gran determinación. Tiene muy claro el rol que se le adjudica y está dispuesto a asumirlo con todo el arrojo de su juventud -20 años recién cumplidos cuando se unió a los vigilantes- .
La incorporación de jóvenes al grupo de vigilantes es fundamental para la continuidad de su misión en el tiempo. Es esencial que adquieran el conocimiento y la experiencia necesarios para la labor de defensa de un territorio sometido a la presión de un entorno hostil y codicioso, que pretende extraer sus múltiples riquezas. La presión, sobre todo, viene de los madereros que operan en la región y de algunos cazadores furtivos, que se acercan a robar madera o a dar caza a la rica diversidad de animales que forman parte del sustento de las aldeas. Estos últimos son, muchas veces, pobladores de tierras vecinas que vendieron sus bosques y que ahora, empobrecidos, no tienen otra opción que intentar procurarse alimento en la Tierra Indígena Maró, aún intacta.
Las rondas de vigilancia son prolongadas y las condiciones en la selva duras, pero las creencias de estos indígenas les proporcionan a la vez la sabiduría y la valentía necesarias para asegurar el éxito de sus expediciones. La Tierra Indígena Maró, cuenta Dadá, además de sustento, alberga lugares sagrados, fuentes de agua dulce (conocidas como igarapés) que alimentan al río Maró, hierbas y plantas medicinales y, sobre todo, es el lugar el que habita el espíritu de la curupira.
Quizás el concepto curupira podría traducirse como el espíritu protector de la selva, aunque evidentemente, para ellos, tiene un sentido mucho más profundo. Y enigmático. Como entidad sagrada, guardaría poderes mágicos que determinan lo que acaba ocurriendo a los que penetran en la selva. La misión que se proponen estos indígenas es respetarla y protegerla y, de esta manera, respetarse y protegerse a sí mismos. Aprender a defender el territorio es uno de los retos importantes a los que se enfrenta el joven Ednei, que además está cursando el primer año de Ciencias del Clima en la universidad de Santarém, la metrópoli, a medio día de viaje en barco desde la aldea.
Dadá, junto a Ednei y el grupo de vigilantes de la TI Maró comandan un viaje de reconocimiento. En la ruta se ven restos de madera robada, 26 grandes y valiosos troncos ya numerados que una compañía no pudo acabar de retirar: es un triste cementerio de árboles derribados antes de que el territorio consiguiera avanzar en la demarcación como tierra indígena y verse protegido por ley.
Fuente:
https://distintaslatitudes.net/oportunidades/10-ambientalistas-jovenes-america-latina