MENSAJE DE NAVIDAD DE GIORGIO BONGIOVANNI

Maestro, amigos, estamos en un momento creo, de los más difíciles -seguro-, del siglo pasado y de este siglo mismo.

No olvido, obviamente, las guerras que hemos vivido como la primera y la segunda guerra mundial, el holocausto, pero, hasta haciendo cuentas con números, lo que estamos viviendo al final del siglo pasado y el inicio de este siglo -los primeros veinte años-, el sufrimiento y las muertes, muertos de guerras, enfermedades, calamidades casi han llegado o superado las cifras de los muertos  de la segunda guerra mundial y esto, no por causas naturales.

La naturaleza lamentablemente por razones de defensa del mismo planeta, ha causado catástrofes con millones de muertos, pero, los millones, los muchos millones, los miles de decenas de personas y de niños que se mueren hoy, es por razones humanas, es decir, por las acciones erróneas, por el comportamiento negativo de la humanidad que produce por un efecto u otro, incluidas las guerras, muerte, desolación y sufrimiento.

Hasta las mismas enfermedades, pandemias, son causadas por el hombre, es decir, que, si el hombre contamina el planeta, -casi lo pone en agonía-, el planeta se defiende. Siendo un ser vivo, pone sus defensas para calmarnos, para pararnos.

Entonces, ¿Qué puedo decir en esta Navidad?

Yo vivo la Navidad desde hace 32 años cuando recibí el llamado de la Virgen para ser testigo en el mundo, acompañado de muchos amigos incluidos ustedes que, en esta noche, compartimos este programa en esta radio, vivimos la llamada de Dios y somos, y nos sentimos testigos del anuncio de la Segunda Venida de Cristo.

Que puedo decir, más que festejar, que hacer fiestas del nacimiento de Cristo, yo haría una meditación por el sufrimiento del Cristo, y si algo se tiene que festejar, empezamos a festejar El Retorno de Cristo que será un retorno de Justicia, porque ahí, todas las madres, los padres, los hermanos que piden justicia por sus amados, parientes, que fueron muertos, asesinados injustamente, el justo, Cristo, hará justicia.

Pondrá las cosas en su justo sitio, pondrá la semilla para una nueva sociedad mejor, buena, honesta, justa, y no estará solo el Cristo cuando regrese, la Confederación de los ángeles lo acompañaran y nosotros, sabemos desde siempre que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy, modernos, habitantes de otros mundos del universo que se convirtieron en ángeles por haber reconocido al Cristo.

Todavía nosotros, en la mejor de las hipótesis, estamos en la categoría de "seres humanos sencillos" y en la peor, en la categoría de "los demonios" por lo que cometemos y por lo que hemos cometido, -al Cristo mismo- matándolo, eligiendo en aquella plaza al delincuente, al criminal, al revolucionario Barrabás, a pesar, -de que pobre-, éste tenía razones para hacer su revolución contra la tiranía del imperio romano, pero, había otro revolucionario que donaba la libertad del espíritu y que fue condenado, y él, Barrabás dejado libre injustamente.

¿Qué puedo decir en esta Navidad? La señal del cielo, aquellos que la personifican, hombres, son verdaderos, - si y solo y cuando, el mensajero mismo y sus seguidores - ponen la cara delante de los potentes, insultándolos, denunciándolos, protestando. Es decir, en la calle.

Las señales del cielo, sin acciones en la calle, en defensa de aquellos que les violan los derechos humanos, los mensajeros verdaderos, bajan a la calle, protestan, empujan a las personas a pedir libertad y justicia delante de los gobiernos tiránicos.

Este es el verdadero mensaje.

Aquel, que está sentado en la silla, grabando ovnis y mirando el panorama y nada más, no tiene sentido. Cristo nos pide a nosotros que pongamos la cara, que nos comprometamos, entonces, nos reunimos íntimamente unas horas, pero luego, regresamos a la calle protestando por aquellos que no tienen voz, que no tienen nada, que no tienen comida.

Por aquellos amenazados por las mafias del mundo, por los parientes de las víctimas de los desaparecidos, de las mafias, etc., salimos, protestamos y pedimos justicia, en la espera, de la verdadera justicia que la incorporará, la personificará nuestro señor Jesús Cristo.