CIPRIANO CATRIEL

03.11.2022

Continuando con "Los Cautro Loncos", hoy hablaremos del Cacique General CIPRIANO CATRIEL, indio pampa, señor de las Pampas: una dinastía de Pampas (tehuelches mestizados probablemente).

Los cristianos lo llamaban así pero para los suyos era conocido como Marí Ñancú cuyo significado era 10 águilas.

Antes de continuar con la descripción de su vida y su período de actuación que, si bien fue breve, a la vez fue bastante intenso y muy simbólico por todo lo que pasó en su historia con final violento. Vamos a describir el momento histórico a través - a mi entender- de un agudo y certero análisis que hace la docente e investigadora María E. Argeri, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen - Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires-.

Nos situaremos en el siglo XIX, tratando de comprender la dimensión política. Comenzaremos por delinear el marco interpretativo de época que fue la Teoría de la Evolución. Posteriormente, nos situaremos en las acciones político-militares pampeanas y en el papel de Don Cipriano en esos entramados de poder.

En efecto, la Teoría de la Evolución biológica trajo consecuencias sociales y geopolíticas. Se creía que las mejores razas humanas eran aquellas que habían logrado conformar la ciudad y sus instituciones, y habían sido productoras de revoluciones industriales y de inventos tecnológicos. El resto, los que no habían llegado a ese nivel, eran bárbaros o salvajes; razas que biológicamente iban a desaparecer por ser primitivas. 

Ese pensamiento científico era compartido por todos los ilustrados y dejó sobre las poblaciones del mundo grandes secuelas. Unas directas, que terminaban en exterminio rápido. Otras indirectas, como acopiar las mejores piezas corporales, con la finalidad de obtener testimonios de una evolución biológica regulada por la sobrevivencia de los más aptos. 

Los museos de Ciencias Naturales se llenaron de esqueletos. Los expertos en museología competían para ver quiénes preservaban los mejores ejemplares.

Argentina participó de aquellas competencias, de la mano de compatriotas que eran grandes expertos, con reconocimiento internacional. Sin lugar a dudas, la denominada 'Campaña al Desierto', además de las muertes por causas naturales, vino a nutrir las vidrieras con los exponentes de la denominada "barbarie". Los pilares de la ciencia de punta eran el racismo y el evolucionismo biológico de competencia y lucha por la vida, sostenidos por largas taxonomías físicas.

De allí, se deducía su mayor o menor grado de adaptabilidad social. Así la Criminología, la Medicina positivista, Frenología y disciplinas afines comandarán la interpretación de cómo eran o no eran las sociedades 'sanas y de progreso'.

En ese contexto, muchos de los grandes caciques terminaron generalmente en La Plata, o fueron repartidos a otros espacios donde se clasificaba el pasado biológico, entendido como el principal motor de la historia. Ese fue el destino de Cipriano Catriel, el Museo de la Patagonia 'Francisco Pascasio Moreno', en Bariloche (Río Negro). No fue el único, la lista de caciques de vidriera es larga, tal como lo venimos explicando en nuestros anteriores artículos.

Tenemos aquí una primera conclusión: 

Toda la Campaña al Desierto y la propia centralización del Estado argentino, así como el avance sobre los territorios para ocuparlos de hecho, no fue obra de improvisaciones sino, que se realizaron sobre sólidos parámetros científicos.

Obviamente, hoy nos escandalizamos de la conducta de aquellos hombres pero nuestra condena ideológica del presente, no cambia la historia. Así, Francisco Moreno, Estanislao Zeballos, Julio Roca y el propio Sarmiento son personas cuestionadas por nuestro juicio histórico.

Aunque no fueron los únicos que hablaron y actuaron en nombre de 'La Ciencia', quizás sean los masivamente conocidos, pero hubo otros dirigentes que pululaban por diferentes agrupamientos políticos que pensaban en el mismo sentido, o arañaban los conocimientos muy superficialmente para no desentonar con los mandatos de su tiempo.

Ahora bien, quedarnos aferrados a criticar humanamente a aquellos hombres, contribuye en poco a la comprensión de época, por dos motivos:

En primer lugar:

Los ilustrados cientificistas no eran toda la dirigencia sino, la nueva vanguardia. Contrariamente, todavía pervivían por los espacios provinciales y por las fronteras una dirigencia política- militar que se manejaba con parámetros más antiguos, blandiendo lanzas, haciendo acuerdos personales, quebrando compromisos, generando intrigas, firmando pactos.

En segundo lugar:

Pensar sólo en la vanguardia ilustrada y racista, nos impide ver cómo se movían las relaciones sociales y las vinculaciones entre criollos e indígenas.

Continúa diciendo Argeri: "Como he escrito en muchos de mis trabajos sobre el siglo XIX, no se podía hacer una descripción racial de los grupos ¿Quiénes eran criollos, cuáles indígenas? Son preguntas de pura retórica y de respuesta rápida en el siglo XXI cuando el pasado ya es un ausente.

Pero en el siglo XIX y muy a pesar del racismo científico, indios y criollos sólo podían tener una definición política. Y con más justeza, político-militar. ¿Quiénes era indios? Los que estaban bajo mando de cacique. ¿Por qué? Porque durante los amplios y largos conflictos que arrancaron con la Independencia y siguieron con las luchas civiles, indígenas y criollos se pasaban de uno a otro lado de las fronteras e iban a residir con este o con aquel cacique, o en este o aquel fortín o pueblo.

No estamos acostumbrados a ver a indígenas y criollos de esta forma. No importa. Si desconfiamos, vayamos a leer la gran reserva de memorias y escritos del propio siglo XIX. Si difícil es entender la política del presente debido a creaciones extrañas denominadas "grietas", más difícil se nos hace entender la política antigua asentada sobre complejas lealtades personales, en un universo indígena jerarquizado política y militarmente.

Debemos saber que la pirámide de mando de caciques se componía así: cacique general o principal; cacique; caciquillo; capitanejo y conas (estando los capitanejos al mando directo de conas). Esa pirámide militar-política se movía en obediencias y desobediencias. Siendo al mismo tiempo, grosso modo, complementaria en honores con los grados militares de los criollos.

Estamos en un universo fronterizo de visión militar, de guerra constante y de política sostenida sobre lanzas, pactos y cuestiones de honor. Hechas estas dos primeras aclaraciones, una respecto de la ciencia de época y otra sobre la organización de los cacicazgos indígenas y la formas política de las fronteras y regiones rurales, vamos al problema principal: Cipriano Catriel en el contexto".

Fue un cacique principal de la dinastía de los Catriel, hijo del cacique Juan "el joven" Catriel, tercer hijo, nació en el año 1837, tal vez de cautiva blanca, en los pagos de Tapalqué.

Siendo muy joven fue enviado por su padre -que lo reconocía como el más inteligente de sus hijos- para cubrir misiones diplomáticas en las tres plazas fuertes de la geopolítica pampeana: Paraná, Buenos Aires y Salinas Grandes. Cipriano se hizo conocido de Urquiza, de Mitre, y de Calfucurá y su amplia red de caciques, así como de los comandantes de frontera.

Asumió el mando de su tribu en 1866, por la muerte de su padre.

Los tiempos que transcurren entre su nacimiento y su muerte fueron demasiado agitados por las profundas transformaciones que tuvieron lugar como rebote de las guerras de la independencia, sobre todo después de la caída de Rosas.

Un universo de alianzas, intrigas y combates signó la geografía y el tiempo. Para sostener ese estado de guerra constante se necesitaba hombres de pelea. Para ello, los criollos no alcanzaban. Los descendientes de esclavos africanos tampoco, muy a pesar de las fábulas que se han construido en torno a su exterminio inducido, al colocarlos en los frentes de combate. No es que los afro descendientes no hayan sido milicianos, lo fueron pero las fuerzas provinciales necesitaban personas que supieran de combate y los únicos que sabían de combate, -porque esa era su especialidad-, fueron los desmovilizados del Ejército Libertador y los indígenas. Especialmente, todos los que habitaban en la frontera sur.

Lo cierto es que indígenas pampeanos fueron a pelear bajo el mando de sus capitanejos, contra las tropas de Facundo Quiroga y otros caudillos del interior, ya fuesen federales o unitarios. Eran huestes dispuestas y de pelea firme. Unas veces luchaban bajo el mando de los federales, otras veces los mismos caciquillos y capitanejos lo hacían en el bando unitario. La contrapartida de los gobiernos provinciales -y después del gobierno nacional- era entregar raciones de alimentos, especialmente vacunos, pagar salarios militares y firmar pactos reconociendo tierras. Esa política de la que ya hablamos se denominó de "indios amigos". La hizo primero Juan Manuel de Rosas y después de algunas derrotas a manos indígenas, aprendió a realizarla Bartolomé Mitre.

Los acuerdos por contraprestación de favores militares llevaban también, a que los caciques habilidosos pacten con las autoridades nacionales que fueran nombrados para custodiar las fronteras.

Cipriano Catriel fue uno de ellos. Su inteligencia o visión de águila -como vaticinaba su nombre- le hizo comprender el tiempo. Fue nombrado cacique general y asumió el mando antes de cumplir sus treinta años. Fue ascendido a coronel del Ejército Argentino. Tenía ranchos, estancias, criaba ganado y sus indios, arado en mano, producían agricultura. Tenía un buen pasar, una casa en la ciudad de Azul -que aún se conserva- y hasta una cuenta en el banco.

Cipriano hablaba varios idiomas y era habilidoso diplomático, capaz de pactar con los más respingados vecinos de Azul, haciéndose pasar por ingenuo que no alcanzaba a comprender el desprecio racial y las intrigas disimuladas. Las luchas civiles fueron duras y cruentas, pero él sabía que llegaban los días finales y los días del cambio.

No se le pasó por alto que en 1867, la Ley 215 impulsaba las fronteras hasta el río Negro. ¿Cómo acomodarse al nuevo tiempo? Cipriano pactaba y tenía vinculaciones con la amplia red de comandantes mitristas de la frontera sur. Al mismo tiempo, hacía gimnasia política con Calfucurá y su extensa red de caciques, propios y aliados, que iban desde Salinas Grandes hasta las inmediaciones de Bahía Blanca, extendiéndose hacia Chile y las profundidades patagónicas. Sumado a ello el regreso de las tropas después de la guerra del Paraguay y el avance del alsinismo presionaba aún más la situación.

¿Qué hacer con los indios? ¿Incorporarlos dentro de la unidad estatal o exterminarlos?

El proyecto mitrista era integrarlos, tal y como habían hecho con los Coliqueo. Cipriano Catriel estaba en una disyuntiva porque era uno de los ejes de la frontera. Su mayor desvelo y preocupación era Calfucurá, con una diplomacia personal entre argentinos y chilenos. En medio de esas confusiones mediaba Cipriano.

En octubre de 1870, el coronel Francisco de Elías, comandante de la frontera del Azul, firmó en representación del gobierno nacional un tratado de paz con Cipriano, para poner fin a las represalias que llevaban a cabo los indígenas contra los malos tratos de que eran objeto por parte de la fuerza militar.

Este coronel no era bien visto por los indios a causa de las matanzas que había llevado a cabo sobre los mismos y debido a que ganaba dinero retrasando o robando los sueldos y raciones que debía entregarse a estos guerreros por los servicios que prestaban como caballería auxiliar del Ejército Argentino. En mayo de 1871 los caciques Manuel Grande, Chipitruz y Cafulcir, se vieron obligados a sublevarse contra el despótico Elías. Esos caciques obedecían a Cipriano Catriel, por cuanto eran tribus que integraban el Ulmen Pampa.

En diciembre de 1873, Catriel participó con sus lanceros, en la batalla de San Carlos de Bolívar, junto a las tropas regulares del General Rivas, que vencieron al cacique Calfucurá.

En noviembre de 1874, Cipriano se encontraba acampado con su tribu cerca de Azul, cuando sucedió el levantamiento armado de Bartolomé Mitre, sublevado contra el gobierno de Nicolás Avellaneda. Catriel fue inducido por un General, (segundo de Mitre), para incorporarse a sus fuerzas, lo que fue aceptado por el cacique. Esta decisión provocó una enemistad con su hermano Juan José Catriel, y parte de los guerreros, que lo consideraron un traidor, originando su separación. Cipriano no llegó a sumarse a las fuerzas de Mitre, ya que fue perseguido por tropas gubernamentales al mando del comandante Hilario Lagos (hijo). Fue apresado y remitido prisionero a Olavarría.

Pero a pedido de su hermano Juan José, el 24 de noviembre fue liberado, quedando a su merced. Éste lo juzgó como traidor y aprovechó la oportunidad para hacerlo lancear, atado con guascas de cuero crudo en las muñecas. Junto con él también fue muerto el Coronel Santiago Climaco Avendaño, Intendente General de Indios.

Parte de los restos del cacique Cipriano Catriel fueron adquiridos por el perito Francisco Perito Moreno quien poseía su cráneo y se había apropiado también de su poncho. En una carta dirigida a su padre, Moreno le cuenta que tiene la cabeza de Catriel, diciendo:

"...no quiero separarme de esa joya, la que me es bastante envidiada."

Finalmente los restos del Cacique General Cipriano Catriel fueron restituidos a susdescendientes luego de 144 años de ignominia. En Mayo del 2018, salieron de los museos para recuperar su pasado.

Me permito una reflexión, nuestro propósito no es narrarles los hechos históricos desde una visión de wilkipedia sino, ir un poco más allá en la visión de los mismos, ¿Cuál fue el contexto?.....el meollo de la cuestión, el propósito. Es por eso que tratamos de transmitirlos desde un análisis desarrollado por historiadores e investigadores contemporáneos que no resultan conocidos a la gran mayoría , muchas de estas posturas no figuran en los libros de historia. No sé si lo logramos, pero bien vale la pena intentarlo, porque eso nos va a permitir entender también el presente.

Producción de artículo: Estela Casado y Mirtha Susana Rodriguez

Programa N° 108, emitido el 2/11